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YEDERMAN: EL QUE PENSÓ TARDE EN LO QUE DEBÍA PENSAR

Tomado de:  Lecturas Sabrosas
Por: P. Eliécer  Sálesman




En  Alemania vimos hace unos años un drama que llenó de impresión a todos los asistentes. Lo daban en el atrio de una Iglesia y su tema se quedó profundamente grabado en la mente. Vaya un resumen de él.

Primer  acto:  Aparece un hombre llamado  Yederman (que en aquel idioma significa "un cualquiera, un hombre de tantos").

Yederman está tomando trago muy contento con varios de sus amigos de juergas, cuando empieza a escucharse una voz cavernosa y lejana que repite: "¡Yederman,  Yederman!"  Al principio nadie da importancia a la voz, pero ésta se hace tan repetida y tan llena de misterio, que los amigotes se van escabullendo uno tras otro dejando solo a aquel a quien la voz llama.

Y  pronto aparece en escena el ser que  estaba llamando a  Yederman. Es nada menos que "La Muerte". Un esqueleto de huesos muy blancos, que sonríe de manera que a uno le traquetean los dientes del susto. Yederman se llena de pavor, pero sacando valor de su pobre corazón que le hace 'Chichipum, chichipum', le pregunta emocionado:

"Señor, ¿qúé quiere usted aquí?”

"Vengo a llevarmelo para la otra vida".

"No, no", responde el pobre hombre temblando y lívido de terror, "cómo se le ocurre a Usted semejante cosa, si yo no estoy preparado para morir".

"Yo no pregunto a nadie si está o no preparado. Para eso tiene toda la vida: para prepararse a este paso que es el único importante.  Ahora le aviso que le quedan apenas cinco minutos y luego será un cadaver".

"Oh, por favor, déjeme Usted siquiera un año de vida".

"No puedo. Imposible".

"Dejeme al menos un mes para prepararme".

"No señor, hay orden de que Usted debe morir hoy". 

"Señor, un día al menos para hacer algo para  la eternidad?".

“Tampoco es posible, como plazo máximo le doy una hora.  Vaya Usted y trate de recoger algo para llevar a la eternidad y dentro de una hora vengo a llevarme su alma".

Y  se cierra el telón. Fin del primer acto.

Segundo acto:  Aparece  Yederman buscando quien lo acompañe en su peligroso viaje a la otra vida:

"Oiga don Marcelo, Usted que era mi compañero de borracheras, ¿no quisiera acompañarme a la otra vida?".

"No amigo, precisamente por haberme estado embriagando no quiero irme al otro mundo, porque sé que allá me tienen una cuentica bien gorda para que pague.  Vaya usted y busque otro".

"Y  usted  Aurelio, con quien tantos chistes verdes echábamos, y tantos cuentos gordos narrábamos, ¿me quiere acompañar en este gran paso hacia la eternidad?".

"Uf, ¿cómo se le ocurre,  Yederman. No ve que con esta lengua tan sucia no me espera otra cosa que suplicio y maldición eterna? ¡Vaya busque uno que no tenga el alma tan podrida como yo!”

"Haber Usted, don Dositeo, con quien malgasté tanta plata en fiestas y juegos: hágame ese favor: acompañeme ante el tribunal de Dios en este momento tremendo de mi existencia".

"¿Pero estás loco,  Yederman? ¿Yo ir al tribunal de Dios, después de haber gastado en parrandas lo que debía haber empleado en ayudar a mi familia y a los pobres? ¿No ves que Dios me va a maldecir?” 

Yederman maldice la hora en que se  dedicó a cultivar tan pésimas amistades, que ahora en el momento definitivo no le sirven para nada, sino más bien para mayores remordimientos, y lleno de susto y amargura se dirige en busca de la muerte. Se cierra el telón.

Fin del segundo acto.

Tercer  acto:  La muerte está esperando impaciente a su víctima porque sólo faltan ya cinco minutos para la hora señalada. Y  aparece  Yederman.  Triste, pálido y solo.

"Como, ¿no has encontrado quien te pueda acompañar al  Tribunal?".

"No señor. Desafortunadamente me dediqué a cultivar amistades de vicio y pecado, y todos sienten miedo a presentarse ante el Dios que sabe todo lo que han hecho y dicho.  Tendré que irme solo, solo.  Y  lo peor de todo es que me voy con las manos vacías. No hice obras buenas. ¿Qué puedo esperar ahora sino un castigo tremendo?  Ah, irme solo para la eternidad, irme solo".

Y  en ese momento se oyen unas vocecitas delgadas y débiles que le dicen: 'No  Yederman, no te irás solo. Nosotras te acompañaremos".

El hombre vuelve a mirar hacia el sitio de donde salieron las tímidas voces, y ve un grupito de insignificantes enanitos.

"¿Quiénes sois vosotros, pobres enanitos?"

"Somos tus buenas obras. Nosotros te acompañaremos al Juicio".

"Oh, qué desgraciado de mí", exclama el pobre hombre avergonzado, "qué pequeñas y raquíticas son mis buenas obras. Qué vergûenza presentarme con esta compañía tan enclenque al Juicio de Dios. Maldita mi suerte, ¿por qué no lo pensé antes? ¿Por qué? ¿Por qué?".

Y  lanzando un grito hacia el público exclama:

"Para todos los que me quieran compadecer vaya un mensaje: preparad con tiempo vuestro equipaje de buenas obras para la eternidad, no sea que os pase como a mí, que cuando pensé en  empezar a llenarme de buenas obras, ya había sonado la hora de mi despedida".

Y  cayó al suelo, hecho un cadaver. La muerte le había asestado el golpe definitivo de la separación del alma y cuerpo. Todos los espectadores quedaron emocionados.  Y  al salir del teatro se escuchaba este comentario:

"Tiene razón  Yederman. Hay que tener el equipaje preparado, porque la muerte viene sin avisar cuando". 

***   ***   ***

"...Dios pagará a cada uno según su trabajo" (1Corintios, 3,8).

"Fíjense que vengo pronto, llevando el pago que daré a cada uno, conforme a su trabajo"  (Apocalipsis. 22, 12). 

"Oí una voz celeste que decía: Escribe: Felices los que en adelante mueran fieles al Señor. Sí -dice el Espíritu- descanzarán de sus fatigas porque sus obras los acompañan" (Apc. 14, 13).

"Alegrémonos, regocijémonos y demos gloria a Dios, porque ha llegado la boda del Cordero, y la novia está preparada. La han vestido de lino puro, resplandeciente -el lino son las obras buenas de los santos-"  (Apocalipsis 19, 7-8).

"Que sean ricos de buenas obras, generosos y solidarios. Así acumularán un buen capital para el futuro y alcanzarán la vida auténtica"  (1Tim. 6, 18-19).

Comparar y refleccionar estos textos a la luz de Mateo 25, 31-46.

La Limosna
(Sagrada Biblia) Eclesiástico (Sirácides) 3, 33-34 . 4, 1-11

El agua apaga las ardientes llamas, la limosna perdona los pecados. Quien responde haciendo el bien, prepara su futuro, y al momento de caer encontrará apoyo. 

Hijo: no niegues al pobre su alimento, ni dejes esperando al que te mira suplicante. No entristezcas al hambriento, y no enojes a nadie en su necesidad. No apenes al que tiene el corazón afligido, y no te demores para dar limosna al mendigo. No rechaces al hombre desesperado ni vuelvas la cara del necesitado y no le des motivo a nadie para que te maldiga. Pues si te maldice en la amargura de su alma, su Creador lo escuchará. Hazte amar por la comunidad, y baja tu cabeza delante un jefe. Escucha al pobre y respóndele con palabras buenas.  Arranca al explotado de manos del opresor. No te acobardes cuando haces justicia. Sé para los huérfanos como un padre, y como un marido para su madre. Entonces serás para el  Altísimo como un hijo y te amará más que tu madre.

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1 comentario:

  1. la muerte no llama dos veces y tarde o temprano llega elle no falla, no olvia, siempre llega llego o llegara, asi que hermano que has construido??? pero alla en el cielo alla donde nadie te robara, donde se te juzgara por lo que construiste para la vida eterna ... o muerte...

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